La costura, el oficio que le enseñó su madre, le dará a Sira una luz de esperanza cuando todos los sueños y esperanzas parecían esfumarse. La joven pronto se hace valer como costurera para Candelaria, que ve en ella un filón y una manera de que pueda pagar sus deudas y recuperar su pasaporte. Pero Sira solo quiere volver con su madre a Madrid. Con la ayuda de Candelaria y con algunos trucos que bordean la ilegalidad, consiguen hacerse con una pequeña cantidad de dinero. Con ese pequeño capital, pero suficiente para alquilar un local y montar un taller, consiguen todo lo necesario para que Sira pueda ponerse a coser. De a poco, irá encontrando la paz, la estabilidad y la alegría perdidas. Además encontrará muchos amigos. Aunque  también algunos enemigos.