Luis y Claudia están seguros de que a su hija Ester le han tendido una trampa y que sólo ése puede ser el motivo de su detención y posterior ingreso en prisión. A pesar de que el embajador trata de movilizar a todos para sacar a su hija de la cárcel lo antes posible, los cauces legales y diplomáticos hacen que el proceso resulte largo y lento. Aterrorizada ante la posibilidad de que la condenen a cadena perpetua, Ester vive una auténtica pesadilla dentro de la cárcel.

Recién llegado a la embajada como un soplo de aire fresco para eliminar la corrupción de los funcionarios públicos españoles en el país, Luis no está dispuesto a aceptar otro camino que se distancie de lo legal y recurre a un abogado. Sin embargo, cuando pasan las horas se da cuenta de que la única vía rápida para sacar a su hija de la cárcel es recurrir al soborno. El problema es que, ni aunque se decidiese a hacerlo, dispondría del dinero suficiente. ¿Optará el embajador por obtener el dinero de cualquier forma con tal de lograr la libertad de Ester o se mantendrá fiel a sus principios?

El sentimiento de culpa corroe a Bernardo, el cónsul, quien además teme que le descubran. Perdido ante esta situación, se plantea colaborar con la Justicia para denunciar la corrupción de la embajada.